lunes, 1 de mayo de 2017

CURIOSEANDO EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO

Este precioso museo está situado en lo que fue un palacio de estilo neoclásico. Se construyó en 1776 y en él vivió la familia del conde de la Puebla del Maestre (título nobiliario creado por Fernando II el Católico), hasta que un incendio destruyó sus salones.
Fue Benigno de la Vega-Inclán quien decidió convertirlo en museo en 1924. Este marqués, militar, político mecenas y, sobre todo, impulsor del turismo en España, creó  la Comisaría Regia de Turismo a través de la que levantó la red de paradores, fomentó la construcción de hoteles como el Palace de Madrid, y abrió muchos de los museos que hoy podemos disfrutar en nuestro país (como la Casa-Museo de El Greco, en Toledo; la Casa de Cervantes en Valladolid; el Patronato de La Alhambra; y éste, el Museo del Romanticismo -www.mecd.gob.es/mromanticismo-).
La mayoría del mobiliario y los objetos que decoran este palacete pertenecen a la colección personal del propio Marqués que atesoró durante toda su vida. Entre ellos destaca el fabuloso cuadro de Goya que puede verse en el Oratorio (y es que el pintor zaragozano fue un precursor del Romanticismo).






Este piano jirafa, también llamado piramidal, es de los pocos que quedan en el mundo (concretamente tres). Está hecho en madera de boj y marfil. 
Es una variación del piano de cola tradicional  pero en vertical para adecuarse a espacios más reducidos. Su nombre viene de la forma de la voluta de la tapa, que asemeja la cabeza de una jirafa.
Comenzaron a construirse a mediados del siglo XVIII, pero se pusieron de moda durante el siglo XIX, en pleno Romanticismo. 
Sin embargo, su acústica es muy inferior a los pianos horizontales, por eso, no perduraron en el tiempo.











El arpa es uno de los instrumentos musicales más característicos del Romanticismo y se tocaba en las reuniones sociales que tenían lugar de esa época. Este en concreto, es de la casa parisina Erard (especializada en pianos y arpas y proveedora de la casa real francesa) y se fabricó en 1840 en estilo neogótico.




Este piano fue fabricado entre los años 1848-54 por la compañía parisina Pleyel, en maderas nobles como nogal, ébano, boj, palo rosa y limoncillo de Ceilán, con teclado de hueso. Fue hecho expresamente para la reina Isabel II que era una gran amante de la música (por y para ella se construyó el Teatro Real). Lo atestigua el escudo real dibujado sobre la tapa del teclado.

El retrete, hecho en caoba y bronce, perteneció a Fernando VII. Al principio, estaba en el Museo del Prado (durante su reinado, allí había una zona de descanso para el monarca), pero se depositó en este otro museo desde sus inicios, en 1923.

Este Steinway & Sons perteneció al Nobel de Literatura, Juan Ramón Jiménez. Fue fabricado en Nueva York en 1859 y donado al Museo en 1945 por el propio poeta.
El óleo pintado por Francisco de Goya entre 1796 y 1799 se encuentra sobre el altar del Oratorio. Se titula "San Gregorio Magno. Papa".
Mariano José de Larra llevaba esta levita la noche que se suicidó dándose un tiro. Es de paño azul con cuello de terciopelo de seda negra. El escritor, también conocido como "Fígaro", era considerado en su época un dandy español del Romanticismo, un elegante o lechuguino (como se llamaba entonces a la gente que vestía de forma refinada).








Braseros de cobre y calentador de cama situados en el dormitorio masculino y el despacho. Datados entre 1726 y 1875.  En ellos se introducían las brasas o agua caliente. Éste era el sistema de calefacción típico en esos tiempos.





En la Sala de Juegos infantil destaca esta pequeña figura de mármol. Se trata de la Infanta María Cristina de Borbón, uno de los doce hijos que tuvo la Reina Isabel II pero que murió en 1854, a los tres días de nacer. Esta escultura pertenece al valenciano José Piquer y Duart, escultor de cámara de la reina, que tomó como modelo el cuerpo de la bebé al natural. Y es que, en el Romanticismo, se ensalza la muerte.





Imponente escritorio de estilo fernandino que aparece retratado en el cuadro que hay justo detrás. Al principio, ambas piezas estaban en estancias separadas, hasta que un trabajador del museo se dio cuenta de que se trataba de la misma pieza.
En el lienzo se puede ver a su propietario, el Marqués de la Remisa, posando su mano sobre la mesa hecha en madera de caoba. 
Este hombre fue uno de los banqueros más importantes del siglo XIX. Llegó a atesorar una gran fortuna con la que patrocinó a muchos artistas de la época.
El lienzo fue pintado por Vicente López en 1844.

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