martes, 22 de marzo de 2016

SORIA, AL ARRULLO DE SIGLOS DE CULTURA

Si no sabes que hacer en Semana Santa, no te apetece hacer colas interminables para ver una exposición  y las procesiones no van contigo porque careces de fervor religioso, haz una escapadita. A poco más de dos horas de Madrid está Soria, una ciudad que te va a cautivar. Seguro que no sabes que aquí se rodó "Doctor Zhivago". Buscando escenarios similares a las estepas rusas, se eligió Soria, donde los inviernos son bastante nevados (aunque, precisamente, ese año, el de 1965, fue muy benigno). Si quieres saber más cosas de esta preciosa ciudad, sigue leyendo. Te la presento.





Puente de Piedra en Soria, el principal acceso a esta apacible ciudad. Un monumento del que se desconoce su fecha exacta de construcción, aunque hay documentación sobre él que data del siglo XII. (Foto cedida por CaminoSoria.com).




“¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.
Me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella? “




Estos versos de Antonio Machado transmiten toda la belleza y nostalgia que irradia esta preciosa ciudad a orillas del río Duero. Soria, la capital de la segunda provincia española menos poblada -con poco más de 40.000 habitantes-, en la que, sin embargo, las piedras de cada edificación que uno encuentra a su paso exudan una gran carga de historia y poesía.
Que Soria es una ciudad inspiradora se percibe en la cantidad de autores que han ubicado la trama de sus obras en  su recia geografía. De ahí que se la denomine la Ciudad de los Poetas.
No es en vano, literariamente hablando,  decir Soria es mencionar a un enamorado y a la par taciturno Machado; pero también a Gustavo Adolfo Bécquer que se inspiró en ella para escribir su obra cumbre, “Rimas y Leyendas”; y Gerardo Diego, que, entre 1920 y 1922, ejerció de profesor en el mismo instituto que Machado.

ENTRE EL AMOR, LA POESÍA Y LA HISTORIA



El poeta sevillano Antonio Machado pisó suelo soriano en 1907, con 32 años, para dar clase de francés en un instituto, después de ganar su plaza allí. Se alojaba a escasos pasos del centro educativo, en  una pensión regentada por los padres de quien sería su gran amor, Leonor Izquierdo, con quien se casó el 30 de julio de 1909 en la Iglesia de Nuestra Señora de la Mayor. Ella tenía tan solo 15 años.
 



Busto de Antonio Machado, obra de Pablo Serrano,  situado junto a la puerta del Instituto que ahora lleva el nombre del autor, en el que impartía clases de francés. En la institución académica puede verse el libro de notas del insigne y magnánimo profesor que aprobaba a todos sus alumnos.

A la entrada de la Iglesia románica de Nuestra Señora de la Mayor se halla la escultura en bronce de Leonor tal y como iba vestida y peinada el día de su boda. Este templo del siglo XVI tuvo mucha significación para esta joven pues es aquí donde contrajo matrimonio con Machado, y donde, tres años después, se ofició su funeral. 





Transcurridos dos años, se trasladan a París, pero su esposa cae enferma de hemoptisis  (enfermedad de las vías respiratorias), y regresan a España, instalándose en Soria, en busca del aire puro que podría sanar a la joven Leonor quien, sin embargo,  murió el 1 de agosto de 1912.
 





Leonor, el gran amor y musa de Antonio Machado, está enterrada en el cementerio del Espino. Sólo ocho días después del óbito, el poeta abandona Soria, donde regresará por última vez en 1932 para recibir un  homenaje.




“Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido”.

Probablemente, uno de los poemas más famosos de Machado es “A un olmo seco”, que supone una alegoría de la enfermedad de Leonor y un canto de esperanza, lleno de lirismo, anhelando la recuperación de su amada. En él establece un paralelismo entre el lamentable estado del árbol centenario, carcomido por la grafiosis (enfermedad holandesa del olmo), pero en el que, sin embargo, han brotado unas hojas verdes; y la posibilidad de que a su dulce esposa le pueda suceder lo mismo y supere la enfermedad.



Junto a la Iglesia del Espino, donde está el cementerio, la última morada de Leonor, se encuentra un olmo seco que se convirtió en objeto del famoso poema que Machado escribió el 4 de mayo de 1912.  Definitivamente, Soria será una constante en la obra del prolífico escritor. 


ARQUITECTURA ARMÓNICA


Plaza Mayor de Soria, donde están las mejores casas señoriales de la ciudad. Destaca el majestuoso edificio del Ayuntamiento (también llamado Palacio de los Doce Linajes). Su fachada principal es la original, construida en 1629 por Martín de Solano. Justo delante, la Fuente de los Leones, del siglo XVIII. Los locales la llaman “la viajera”, porque  ha pasado por varios emplazamientos antes de recalar aquí. 





La ciudad atesora un riquísimo patrimonio arquitectónico. No hay más que ir por la Calle Real y encontrarse, por ejemplo, con la Concatedral de San Pedro que data del siglo XVI,  y con su hermoso claustro de mediados del siglo XII. La visita cuesta dos euros.
Según se cuenta, hacia 1118 se levantó una pequeña iglesia dedicada al apóstol Pedro que se amplió en 1170, decorando el interior  con obras de arte muy representativas de diferentes estilos (como una Virgen gótica).  Su planta recibe el nombre de “Iglesia Salón”, que es muy frecuente en la arquitectura castellana de principios del siglo XVI. Pero si precioso es este espacio, único es también el claustro adyacente, declarado Monumento Nacional en 1929.







La Concatedral de San Pedro está considerada como la principal iglesia de Soria y goza de una belleza subliminal con su estilo Gótico, sobre la primigenia iglesia románica.  En el claustro, uno de los mejor conservados de la Península Ibérica, destacan principalmente los capiteles, decorados con motivos vegetales, animales, alegorías y escenas bíblicas. (Fotos cedidas por CaminoSoria.com).





Saliendo de la Concatedral, nos topamos con las ruinas de la iglesia románica de San Nicolás, y, un poco más abajo, el Puente de Piedra.
Para seguir encontrando bellezas, tenemos que dejar el puente y adentrarnos en una bucólica senda en la ribera del río Duero que nos lleva hasta el Monasterio de San Juan de Duero. Fue levantado en la primera mitad del siglo XII por los caballeros de la orden militar de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén que habitaron en él hasta el siglo XVIII.  
Y el claustro, pese a que ha perdido la techumbre, es impresionante y exhala cierto aire de misterio, que inspiró a Bécquer a la hora de escribir una de sus más famosas leyendas, “El Monte de las Ánimas”. 





“Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron”.
Hoy, más que  las almas de los muertos, son los corzos y los jabalíes los que se mueven a sus anchas entre sus arquerías.








El Monasterio de San Juan de Duero está bastante bien conservado. La iglesia, pequeña y muy austera, tiene dos templetes a cada lado del presbiterio. Los capiteles que lo sustentan están labrados con imágenes de los evangelios. Para verlo hay que pagar un euro. (Fotos cedidas por CaminoSoria.com).





NATURALEZA EVOCADORA
Cogiendo la carretera se llega a uno de los lugares más bonitos de la ciudad: la ermita de San Saturio. Un sitio, por cierto, muy frecuentado por Machado que, de hecho, inspiró su “Campos de Castilla”.
La iglesia, que se puede visitar gratis, se erige sobre dos cuevas naturales en las que vivió Saturio, un noble soriano de origen visigodo que, en el siglo VI, repartió todas sus

pertenencias y se fue a vivir a estas grutas como ermitaño, por lo que fue canonizado. Sobre las cuevas se alzó en el siglo XVI la ermita de San Miguel de la Peña. En su altar mayor reposan los restos de este ermitaño que se convirtió en patrón de Soria en 1628, y cuya festividad se celebra cada 2 de octubre con una romería.









La Ermita de San Saturio está a apenas un kilómetro de la ciudad. Aunque la subida es cansada, el esfuerzo vale la pena. Impresiona el exterior, construido en piedra sobre los riscos. Su interior alberga imponentes frescos que relatan la vida de San Saturio. En el altar hay un busto del santo que cobija sus restos. (Fotos cedidas por CaminoSoria.com).


Bajando hacia la ciudad, nos acercamos a la Alameda de Cervantes,  un remanso de paz en mitad de la urbe y, de hecho, es el uno de los jardines públicos más antiguos de España y de Europa. Data de comienzos del siglo XII y era el lugar donde pastaba el ganado. Al principio se llamaba Dehesa de San Andrés, pero en el año 1905, coincidiendo con el tercer centenario de la publicación de “El Quijote”, se le puso el nombre de su autor, Cervantes.
 La naturaleza en este parque es abrumadora, pues cuenta con 1500 árboles, con 78 especies diferentes y 49 tipos distintos de arbustos.
 
 


 
Y justo al lado, el Museo Numantino, que resulta ser la fusión de dos museos, el Provincial (inaugurado en 1835) y el Numantino (en funcionamiento desde 1870). Fue inaugurado en 1919 tal y como lo conocemos hoy, por el rey Alfonso XIII. En sus 7.000 m2  puede verse, de forma cronológica, la historia de Soria. Es muy interesante porque su recorrido está adaptado a los invidentes.







El Museo Numantino es pequeño, pero bien vale una visita (y más teniendo en cuenta que la entrada sólo cuesta un euro). Acoge restos de las excavaciones arqueológicas de los yacimientos celtíberos que hay en toda en la provincia, en especial, el de Numancia, y que abarcan desde el Paleolítico Inferior hasta la Edad Moderna.




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