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Puente de Piedra en Soria, el principal acceso a esta apacible ciudad. Un monumento del que se desconoce su fecha exacta de construcción, aunque hay documentación sobre él que data del siglo XII. (Foto cedida por CaminoSoria.com). |
“¡Oh,
sí! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.
Me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella? “
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.
Me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella? “
Estos versos de Antonio Machado transmiten toda la
belleza y nostalgia que irradia esta preciosa ciudad a orillas del río Duero.
Soria, la capital de la segunda provincia española menos poblada -con poco más
de 40.000 habitantes-, en la que, sin embargo, las piedras de cada edificación
que uno encuentra a su paso exudan una gran carga de historia y poesía.
Que Soria es una ciudad inspiradora se percibe en la
cantidad de autores que han ubicado la trama de sus obras en su recia geografía. De ahí que se la denomine
la Ciudad de los Poetas.
No es en vano, literariamente hablando, decir Soria es mencionar a un enamorado y a
la par taciturno Machado; pero también a Gustavo Adolfo Bécquer que se inspiró
en ella para escribir su obra cumbre, “Rimas
y Leyendas”; y Gerardo Diego, que, entre 1920 y 1922, ejerció de profesor
en el mismo instituto que Machado.
ENTRE EL AMOR, LA POESÍA Y LA HISTORIA
El poeta sevillano Antonio Machado pisó suelo
soriano en 1907, con 32 años, para dar clase de francés en un instituto,
después de ganar su plaza allí. Se alojaba a escasos pasos del centro
educativo, en una pensión regentada por
los padres de quien sería su gran amor, Leonor Izquierdo, con quien se casó el
30 de julio de 1909 en la Iglesia de Nuestra Señora de la Mayor. Ella tenía tan
solo 15 años.
Transcurridos dos años, se trasladan a París, pero
su esposa cae enferma de hemoptisis
(enfermedad de las vías respiratorias), y regresan a España, instalándose
en Soria, en busca del aire puro que podría sanar a la joven Leonor quien, sin
embargo, murió el 1 de agosto de 1912.
“Al olmo
viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido”.
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido”.
La ciudad atesora un riquísimo patrimonio
arquitectónico. No hay más que ir por la Calle
Real y encontrarse, por ejemplo, con la Concatedral
de San Pedro que data del siglo XVI,
y con su hermoso claustro de mediados del siglo XII. La visita cuesta
dos euros.
Según se cuenta, hacia 1118 se levantó una pequeña
iglesia dedicada al apóstol Pedro que se amplió en 1170, decorando el interior con obras de arte muy representativas de
diferentes estilos (como una Virgen gótica).
Su planta recibe el nombre de “Iglesia Salón”, que es muy frecuente en
la arquitectura castellana de principios del siglo XVI. Pero si precioso es
este espacio, único es también el claustro adyacente, declarado Monumento
Nacional en 1929.

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La Concatedral
de San Pedro está considerada como la principal iglesia de Soria y goza de
una belleza subliminal con su estilo Gótico, sobre la primigenia iglesia
románica. En el claustro, uno de los
mejor conservados de la Península Ibérica, destacan principalmente los
capiteles, decorados con motivos vegetales, animales, alegorías y escenas
bíblicas. (Fotos cedidas por CaminoSoria.com).
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Saliendo de la Concatedral, nos topamos
con las ruinas de la iglesia románica de San
Nicolás, y, un poco más abajo, el Puente
de Piedra.
Para seguir encontrando bellezas,
tenemos que dejar el puente y adentrarnos en una bucólica senda en la ribera
del río Duero que nos lleva hasta el Monasterio
de San Juan de Duero. Fue levantado en la primera mitad del siglo XII por
los caballeros de la orden militar de los Hospitalarios de San Juan de
Jerusalén que habitaron en él hasta el siglo XVIII.
Y el claustro, pese a que ha perdido la techumbre, es impresionante y exhala cierto aire de misterio, que inspiró a Bécquer a la hora de escribir una de sus más famosas leyendas, “El Monte de las Ánimas”.
Y el claustro, pese a que ha perdido la techumbre, es impresionante y exhala cierto aire de misterio, que inspiró a Bécquer a la hora de escribir una de sus más famosas leyendas, “El Monte de las Ánimas”.
“Ese
monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento
ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la
vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras
para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable
agravio a sus nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como
solos la conquistaron”.
Hoy, más que
las almas de los muertos, son los corzos y los jabalíes los que se
mueven a sus anchas entre sus arquerías.


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El Monasterio de San Juan de Duero está bastante bien conservado. La iglesia, pequeña y muy austera, tiene dos templetes a cada lado del presbiterio. Los capiteles que lo sustentan están labrados con imágenes de los evangelios. Para verlo hay que pagar un euro. (Fotos cedidas por CaminoSoria.com). |
NATURALEZA EVOCADORA
Cogiendo la carretera se llega a uno de los lugares más
bonitos de la ciudad: la ermita de San
Saturio. Un sitio, por cierto, muy frecuentado por Machado que, de hecho,
inspiró su “Campos de Castilla”.
La
iglesia, que se puede visitar gratis, se erige sobre dos cuevas naturales en
las que vivió Saturio, un noble soriano de origen visigodo que, en el siglo VI,
repartió todas sus
pertenencias y se fue a vivir a estas
grutas como ermitaño, por lo que fue canonizado. Sobre las cuevas se alzó en el
siglo XVI la ermita de San Miguel de la Peña. En su altar mayor reposan los
restos de este ermitaño que se convirtió en patrón de Soria en 1628, y cuya
festividad se celebra cada 2 de octubre con una romería.

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La Ermita de San Saturio está a apenas un kilómetro
de la ciudad. Aunque la subida es cansada, el esfuerzo vale la pena. Impresiona
el exterior, construido en piedra sobre los riscos. Su interior alberga
imponentes frescos que relatan la vida de San Saturio. En el altar hay un busto
del santo que cobija sus restos. (Fotos cedidas por CaminoSoria.com).
Bajando hacia la ciudad, nos acercamos a la Alameda de Cervantes, un remanso de paz en mitad de la urbe y, de
hecho, es el uno de los jardines públicos más antiguos de España y de Europa. Data
de comienzos del siglo XII y era el lugar donde pastaba el ganado. Al principio
se llamaba Dehesa de San Andrés, pero en el año 1905, coincidiendo con el
tercer centenario de la publicación de “El
Quijote”, se le puso el nombre de su autor, Cervantes.
La naturaleza en este parque es abrumadora, pues
cuenta con 1500 árboles, con 78 especies diferentes y 49 tipos distintos de arbustos.
Y justo al lado, el Museo Numantino, que resulta ser la fusión de dos museos, el
Provincial (inaugurado en 1835) y el Numantino (en funcionamiento desde 1870).
Fue inaugurado en 1919 tal y como lo conocemos hoy, por el rey Alfonso XIII. En
sus 7.000 m2 puede verse, de forma
cronológica, la historia de Soria. Es muy interesante porque su recorrido está
adaptado a los invidentes.
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