martes, 26 de abril de 2016

DIENTES, DIENTES... QUE BRILLEN



Hasta el 1 de junio, la Real Academia de Medicina ofrece una curiosa exposición (como todas las que organiza) titulada “La más bella sonrisa. Historia del dentífrico”Sí, como suena. Dos salas dedicadas a mostrar cómo ha sido la salud bucal de la humanidad desde tiempos remotos. Y es que ya los filósofos de civilizaciones tan antiguas como Grecia y Roma consideraban que aquellos que se dedicaban al uso de la palabra tenían que tener una boca bonita pues eran modelos a imitar. De ahí que ya se propiciara el uso de fórmulas dentífricas que no solo limpiaran la dentadura, sino que también proporcionaban buen olor a la boca.
Ya lo decía el escritor y publicista estadounidense Max Eastman: “La sonrisa es una bienvenida universal”.
En las vitrinas, anuncios, elixires, cepillos, enjuagues y polvos bucales y todo tipo de objetos relacionados con  el cuidado de los dientes.
Los egipcios, hace la friolera de 4.000 años, crearon la primera pasta de dientes y la llamaron clister. Consistía en la mezcla de piedra pómez en polvo, sal, pimienta, agua, uñas de buey, mirra y cáscara de huevo. ´De hecho, en Egipto, una de las profesiones más renombradas era la de dentista.
En Grecia y Roma hacían enjuagues bucales con orina humana, que, gracias al amoniaco que contiene, contribuye al blanqueamiento de los dientes.  Y en Roma, en el siglo I, el primero en documentar la fórmula de la pasta de dientes fue el galeno Escribonius Largus (fue el médico del emperador Claudio y de su tercera esposa, Mesalina) . Se componía de una mezcla de vinagre, miel, sal y cristal machacado.
En el año 1780 los componentes de las pastas incluían el pan quemado. Colgate fue la primera marca que comercializó en 1873. En su afán de inventar, crearon la pasta en tubo flexible allá por el año 1896. 












No hay comentarios:

Publicar un comentario