Ahora
que Manuela Carmena quiere recuperar una fiesta ancestral, la del solsticio de
invierno, conviene saber que las Navidades, originariamente, no tenían
realmente un sentido religioso. Y es que ya los celtas y los romanos
conmemoraban el nacimiento del sol pues, a partir del 21 de diciembre, justo
con la llegada de la estación de invierno, los días empezaban a ser más largos.
Los
celtas llamaban a esta fiesta Yule y la conmemoraban con bailes y abundante
comida. Al final, quemaban un tronco (de ahí viene la tradición de comer los
troncos de chocolate). De hecho, hasta el árbol de Navidad tiene un origen celta
pues, para ellos, los árboles representaban el poder.
Por su parte, los romanos denominaban a esta
fiesta pagana las Saturnales, en honor al Dios Saturno (deidad de la agricultura), y hay constancia de que la festejaban desde el
año 274. Era la celebración de la vida y el fin de la oscuridad, una vez concluida la siembra. Duraba una
semana, entre el 17 y el 23 de diciembre, se comía y bebía mucho, se decoraban las casas con multitud de velas, y se intercambiaban regalos hechos de
plata. Culminaba el día 25 con la Fiesta del Nacimiento del Sol Invencible.
Los
cristianos también se sumaron a la celebración desde el año 354 cuando la Iglesia dictaminó que el nacimiento de Jesús de Nazaret se produjo el 25 de diciembre, imprimiendo un fuerte carácter religioso al festejo.
Hoy en día, la profusión de decoraciones, los regalos y la abundancia de comida suponen el punto álgido de las fiestas. ¡¡¡Feliz Navidad a todos!!!
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