martes, 24 de enero de 2017

¿QUÉ COMEMOS HOY?

Decía el dramaturgo Enrique Jardiel Poncela que la vida es tan amarga que abre a diario las ganas de comer. Una actividad que, sin duda, es de lo más placentera para los españoles. Y si, según otra máxima francesa, el destino de las naciones depende de lo que comen, para nosotros elegir un buen sitio para llenar el buche es fundamental. La consigna siempre es la calidad del producto que nos llevamos a la boca. Lo de menos es si la decoración del local es deslumbrante. Aquí os ofrezco una selección de lugares con solera que son ideales para degustar las especialidades autóctonas.



Tanto Sol Mayor (www.cerveceriasolmayor.com) como  Postas son lugares de visita obligada si quieres tomarte un buen bocata de calamares acompañado de una espumosa caña o un refrescante tinto de verano. Pero no sólo, ya que sus frituras de chopitos o de pescado adobado son de escándalo. Lo interesante de estos sitios tan castizos son que tienen pocas mesas, lo que obliga a comer directamente sobre la barra.
Un poco más arriba, ya llegando a la Plaza Mayor, está el Bar Postas, donde, aparte del típico y sublime bocata de calamares, no debes dejar de pedir una ración de bravas.

Este restaurante, pequeño pero encantador -cuenta con menos de diez mesas-, ofrece un menú diario por 10 euros y ha conquistado a famosos como el director estadounidense Francis Ford Coppola, que siempre que viene a Madrid se pasa por aquí. A principios del siglo XVIII,, aquí había una carbonería. Luego la adquirió Luis Candelas (el mítico bandolero que, a lo Robin Hood, robaba a los ricos para dárselo a los pobres), y se convirtió en un lugar para conspirar contra el gobierno. Se la conocía como Taberna Traganiños, por el pavor que este hombre despertaba en la sociedad de la época quien, al ser arrestado y ajusticiado en 1830, se la regaló a un panadero apellidado Mollet. Hace 30 años el matrimonio formado por los zamoranos Tomás y Úrsula la reabrieron y ofrecen exquisiteces como los bombones de foi, los saquitos de morcilla y un vermut en frasca que es una delicia. Como es tan pequeño, es mejor que reserves antes de ir (siempre está lleno): www.tabernaelmollete.com


El Mercado de San Miguel, tan característico por su estructura de hierro, fue construido entre 1913 y 1916 por el arquitecto Alfonso Dubé y Díez, a imagen y semejanza de los que había en Francia. Actualmente, es el único de estas características que queda en la ciudad. Se levanta donde en el siglo XIII estaba la iglesia de San Miguel de los Octoes. Cuando un incendio acabó con ella, a principios del XIX, pasó a ser una plaza en la que habitualmente se montaba un mercado de comidas al aire libre. Como entorpecía el tráfico y resultaba insalubre, las autoridades decidieron acondicionarlo y cubrirlo.



Desde mayo de 2009,  ha cambiado ligeramente su actividad, convirtiéndose en mercado gastronómico, ideal para comer de tapas. Hay 34 puestos en los que se puede comer raciones, tanto en el interior del local, en mesas compartidas, como fuera, pues toda la comida se ofrece en envases desechables. El puesto de frutas, llamado La Flor de San Miguel, es el único que se conserva de la época del mercado tradicional. www.mercadodesanmiguel.es




Casa Labra ofrece, desde 1860, las mejores especialidades de bacalao de la ciudad, especialmente las croquetas (a 1,50 euros la unidad), que se pueden tomar de pie, en la calle, o en el interior del local. Aquí las normas de la casa imponen que hay que pedir la bebida en la barra y la comida en una taquilla, y pagar antes de  consumir. De hecho, en el gran espejo decorativo hay un significativo cartel que reza: "El que bien bebe hace lo que debe".
Otra placa da cuenta de otro hecho histórico que tuvo lugar en este lugar: la fundación del Partido Socialista Obrero Español, el 2 de mayo de 1879. www.casalabra.es
Este restaurante  elabora, desde 1870, uno de los mejores cocidos de Madrid (cocinado, como antiguamente, en pucheros de barro individuales,  a fuego lento durante más de cuatro horas sobre carbón de encina). Si no eres capaz de comerte un cocido completo, opta por la tortilla de cocido. Increíble. Este establecimiento pertenece a la familia Verdasco (sí, la del tenista), desde hace cuatro generaciones. Hacia 1802, ya existía aquí una botillería frecuentada por obreros y estudiantes. Cuando se convirtió en taberna, había tres horarios de comidas y, cada cual, ofrecía una clase  diferente de cocido: el primero, el más barato, se servía a las 12 y era para los menos pudientes y llevaba poca cosa; el segundo, a partir de la una, contenía gallina, y era para estudiantes; y, por último, el más caro, el cocido de las dos, con carne y tocino, el favorito de senadores y periodistas. Todo sigue como antaño (las recetas, la decoración... ), por lo que no hay mucho espacio para las modernidades. Así que, a la hora de pagar, mejor que lleves dinero, porque no aceptan tarjetas de crédito. www.labola.es/restaurante/

"No podemos imaginar Madrid sin Lhardy", llegó a decir Azorín, célebre escritor de la Generación del 98. Entonces, este restaurante ya llevaba años siendo el lugar favorito de los madrileños de clase alta, con especial devoción de la Casa Real, llegando a ser proveedor oficial de las comidas del Palacio.

Lhardy abrió en 1839 como pastelería, aunque pronto empezó a ofrecer comidas, como su delicioso consomé y los fiambres. Estaba a cargo del francés Emilio Huguenin Lhardy quien en Burdeos conoció a muchos de exiliados españoles, de ahí que se animara a abrir este espacio.

Hoy en día tiene una tienda en la planta de entrada, y salones en el primer piso. lhardy.com


Todo el frontal del local es de caoba antillana y  fue realizado en 1885 por el decorador Rafael Guerrero.

Antes que restaurante, Las Cuevas de Luis Candelas era una tienda de tejidos en cuyo sótano el famoso bandolero madrileño se reunía con sus secuaces y repartía el botín obtenido tras sus robos y también se escondía de sus perseguidores.  Hablamos de principios del siglo XIX. Mucho después se convirtió en una casa de comidas llamada La Extremeña, que se caracterizaba porque tenía platos de zinc encadenados a las mesas (aún se conservan algunos). Desde 1949 está tal y como lo conocemos ahora. Aparte de su buena comida, que comprende platos de la gastronomía local, el sitio llama la atención por las galerías y las cuevas subterráneas, donde se ubican los comedores, que evocan tiempos pasados.
www.lascuevasdeluiscandelas.com


Botín está considerado el restaurante más antiguo del mundo y el tercero mejor del mundo (según Forbes). Abrió sus puertas en 1725 como posada, cuando un cocinero francés, Jean Botín, y su esposa asturiana, se instalaron aquí. Debido a la afluencia de clientes, decidieron instalar un horno de leña, para cocinar lo que llevaban los viajeros. Así, con el tiempo, adquirió la categoría de casa de comidas en la que, según se cuenta, trabajó como friegaplatos un jovencísimo Goya, allá por 1765. www.botin.es




Durante todo el año se pueden comer aquí deliciosas torrijas cocinadas en el momento. Más de diez variedades que cuestan entre 2,30 y 2,50 euros la unidad. Lo típico es acompañarlas con un vino dulce. Pero tampoco es desdeñable su tortilla de patatas.
El local mantiene la decoración original que eligió su dueño, Luis Montón, oriundo de Tomelloso, en 1907, con unos preciosos azulejos que cubren las paderes, los carteles, los bancos de madera, las mesas con sobre de cristal, las barricas (que denotan que el dueño se dedicaba a la elaboración de vinos -de hecho, suyo era también El Anciano Rey de los Vinos-),  y hasta la caja registradora. www.lacasadelastorrijas1907.com


La Duquesita se jacta de preparar los mejores croissants de la ciudad.
La pastelería original data de 1914 y era la favorita de la nobleza y de personajes ilustres de la época. Cuentan que la madre de Alfonso XIII, María Cristina de Austria, no podía resistirse a sus bombones y pasteles y, en una ocasión, se llegó a gastar en dulces hasta 200 pesetas de aquellos tiempos. También José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española, desayunaba habitualmente aquí hasta su muerte, en 1936.
El nombre hace referencia a una pequeña escultura que decora el local, hecha en alabastro en Italia. Se puede observar que la estatua está algo deteriorada, y es que, cuando dio comienzo la guerra civil, un fanático se cebó con ella, alegando que era un símbolo de la monarquía. El dueño, Mariano Santamaría, socialista de pro, evitó más destrozos al echar a patadas de su local al violento intruso.
Hace un par de años, este centenario local cerró sus puertas, aunque durante poco tiempo, ya que el pastelero Oriol Balaguer decidió mantenerlo (de hecho, conserva su decoración original), y relanzarlo con nuevas y exquisitas creaciones. laduquesita.es






Y para regar estas viandas, nada mejor que con un buen caldo de Vinos Mariano Madrueño (www.marianomadrueno.es), una de las mejores tiendas especializadas en caldos de la ciudad.
Inició su andadura en 1895, como destilería y comercializando únicamente marcas propias de anises, licores, aguardientes, vermuts y jarabes. Actualmente ofrecen destilados de cualquier parte del mundo.




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