martes, 7 de febrero de 2017

 UNA BARBA DE TRES PELOS... CON MUCHA TRADICIÓN

"Un barbero es la crónica viva del pueblo entero". Anónimo.




El oficio de barbero atesora ni más ni menos que 2.000 años de historia. Ya los antiguos egipcios, en sus papiros, reconocen la profesión de barbero como de gente respetada y distinguida. Su trabajo era muy importante y, como ahora, creaban modas. El cuidado de las barbas y cabellos era tan importante que hasta sus deidades se representaban con  chivas y pelos bien cuidados.
En el siglo V, para los griegos (que llamaban a los barberos Kurol) y los romanos (que se referían a ellos como tensores), las peluquerías eran lugares de reunión.
Pero fue en la Edad Media cuando esta ocupación alcanzó su máximo apogeo.





El característico poste de barbero data del medievo. Al principio, el peluquero colocaba en la puerta de su negocio, llamado Casa del Barbero, el dibujo de una mano ensangrentada (que daba idea de las sangrías que podía realizar. Y es que, en el siglo XIII, los barberos eran también cirujanos y curaban heridas, amputaban miembros y sacaban dientes y los blanqueaban con agua fuerte). Como era demasiado duro, se cambió por un poste blanco en la puerta cubierto con un trapo: si estaba cubierto de sangre es que el barbero estaba ocupado en ese momento. Como seguía sin dar buena imagen para atraer clientela, se optó por pintar el poste de blanco y añadirle franjas rojas. La banda azul es muy posterior. No se sabe si la añadieron los franceses o fueron los americanos, como homenaje a su bandera y para diferenciarse de los barberos del resto del mundo.
En cuanto al propio poste simboliza el bastón al que se aferraba el paciente cuando estaba siendo intervenido. Así facilitaba que la sangre fluyese y paliaba el dolor (no olvidemos que en aquellos tiempos estas operaciones se hacían "a palo" o, lo que es lo mismo, sin anestesia).








Durante el Renacimiento, especialmente en Inglaterra, a los médicos no les hacía ninguna gracia estar al mismo nivel que estos barberos, a los que tildaban de intrusos y de tener menos categoría. De ahí que los primeros, con formación universitaria, fueran considerados cirujanos de bata larga y ganaban mucho más, y los segundos, relegados a intervenciones menores, cirujanos de bata o traje corto.  Las rencillas fueron en aumento hasta que  en el siglo XIX, los gremios se separaron.
Los barberos, además de lavar, cortar y peinar cabellos y barbas, hacían masajes, y usaban todo tipo de lociones, pomadas y ungüentos hechos  con cera de abejas, esencias de flores y aceite de oliva. También teñían los cabellos. Una práctica que lleva haciéndose desde la Grecia antigua.



 







En el Kinze de Cuchilleros llevan 117 años acicalando a los hombres que se acercan por allí.
Empezó su actividad el 2 de enero de 1900 cuando el burgalés Eladio Gurumeta trasladó la peluquería que tenia en la Plaza Mayor desde mediados del siglo XIX hasta este nuevo emplazamiento.
Los actuales dueños compraron el local en 1965 por cinco millones de las antiguas pesetas (un "pastón" para la época).









En Madrid, por los años 50, se registraban en la ciudad un centenar de barberías.
Eran tiempos en los que el servicio incluía también un "vaso" que el cliente dejaba pagado en una taberna cercana  al local para que el oficial que le había atendido se tomara algo en su nombre.









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