miércoles, 1 de marzo de 2017

LA HORA DEL APERITIVO 


Media mañana y sentimos cierto gusanillo que nos invita a tomarnos un tentempié. Ha llegado la hora del aperitivo en forma de caña fresquita, un vermú, un tinto de verano o, por qué no, un cóctel bien mezclado, con algo de comer, que, si no, se nos sube rápido el alcohol. Porque, como bien decía el escritor Charles Bukowski: "Si algo malo pasa, bebes para intentar olvidar; si lo que sucede es bueno, bebes para celebrar; y si nada ocurre, bebes para hacer que algo pase".
Descubre el orígen de nuestras bebidas más famosas.

Coctelería "La Pecera", en el Círculo de Bellas Artes, fue inaugurada el 6 de noviembre de 1926. Al principio, fue la Sala de Conversaciones.


Si hay un elixir típico para tomar antes del almuerzo es, sin duda, el vermú o vermut, una palabra alemana que significa ajenjo (también conocida como artemisa, es una planta que se usa como remedio para problemas digestivos). Consiste en un vino blanco aromatizado con quinina, raíz de lirio, ruibarbo y un centenar de plantas amargas más. Su color y el sabor dependen, en gran medida, de las hierbas que lleve. Por ejemplo, los tonos rojizos se consiguen con caramelo; si es más amarillento y de sabor seco es porque lleva manzanilla; cuando lleva vainilla, su color es más blanco y su sabor dulce. Es ingrediente básico en muchos cócteles; y su graduación alcohólica ronda los 16-19º.
 



El creador de este brebaje es el médico Hipócrates de Cos que vivió en la Grecia clásica de Pericles, en el siglo V. Buscando un remedio para curar enfermedades gástricas puso a macerar vino, flores de ajenjo y hojas de díctamo (una planta aromática), dando lugar a una bebida que, ya en la Edad Media, se llamó Vino Hipocrático. Con el tiempo, monjes y alquimistas del medievo le fueron añadiendo almendras, canela, miel y otras plantas y hierbas trituradas.
Pero no olvidemos que los antiguos egipcios y los romanos ya maceraban hierbas con vino para elaborar tónicos.






El vermú que consumimos hoy en día tiene su antecedente inmediato en la bebida elaborada en 1786 por el destilador de Turín Antonio Benedetto Carpano, que mezcló vino moscatel, azúcar, alcohol, caramelo y 30 tipos diferentes de hierbas y especias.
Fueron los hermanos Luigi y Guiseppe Cora quienes, en 1838, comercializaron la bebida.
En España comenzó a producirse en 1884 gracias a la empresa catalana Yzaguirre.








La coctelería Chicote, (http://grupomercadodelareina.com/es/museo-chicote), mantiene la misma estética Art Decó desde que fue abierta en 1931 por el famoso barman Pedro -Perico- Chicote y lo convirtió en el bar-museo de moda. Atesoraba más de 20 mil botellas de licores de distintas procedencias (la más grande colección de todo el mundo).


En las paredes del local cuelgan las fotos que atestiguan la cantidad de personalidades famosas que han pasado por este mítico establecimiento (Ortega y Gasset, la Emperatriz Soraya, Sofía Loren, Ava Gardner -clienta fiel durante los años 1954 y 1968, en los que vivió en Madrid, llegó a decir: "Encadenadme aquí y transformaré en sueños todas esas botellas"-, Frank Sinatra, Bette Davis, Ernest Hemingway, Luis Buñuel, Antonio Banderas, Almodóvar, Penélope Cruz y un larguísimo etcétera).
Perico Chicote empezó a trabajar con 8 años en el Mercado de los Mostenses vendiendo tazas de té y licores hechos por él con aguardiente, moras, limón y hierbas. También trabajó en la Cervecería Mahou, en el Hotel Ritz, en los Casinos de San Sebastián y Biarritz, fue barman jefe en el Hotel Savoy, y en el Victoria Palace, de San Sebastián, aparte de curtirse en otros muchos locales de moda de principios del siglo XX y de viajar mucho al extranjero para aprender el arte de la coctelería. Un arte del que se hizo un experto -le conocían como el "Velázquez de los cócteles"-, ya que llegó a crear hasta 873 cócteles, algunos de ellos muy famosos.
El cartel publicitario de Tío Pepe es un emblema de la ciudad. Representa una botella de vino fino seco adornada con sombrero y chaquetilla andaluzas. Una bebida que se creó en 1844. El cartel estuvo desde 1935 y hasta 2010  en la azotea del número 1 de la Puerta del Sol -lo que es hoy el edificio de la tienda Apple-.  Desde 2014 luce en su nueva ubicación, en el número 11, en el centro de la plaza. Como curiosidad hay que decir que el letrero pesa la friolera de 24 toneladas (antes del traslado y de su restauración, pesaba más, concretamente 70 toneladas).


La cerveza es una bebida que ya consumían habitualmente los pueblos íberos, aunque ellos la llamaban caelia. Con la romanización de la Península, esta bebida fermentada elaborada con cereales, cede su sitio al vino, que se convierte en la bebida preferida por los romanos.
Habrá que esperar a finales del siglo XV y principios del XVI, concretamente  con el reinado de Felipe I de Castilla (más conocido como Felipe el Hermoso), y de su hijo, Carlos I, que se rodeaban de una corte flamenca, que restituyen la cerveza como la bebida favorita en la Corte de los Austrias. Pero, en aquel entonces, se producía de forma muy artesanal y escasa. De hecho, Carlos I se la hace importar de Flandes, porque le gusta más cómo la hacen allí.
Hasta Lope de Vega, en una obra de 1620, la menciona.

Es durante el reinado de Carlos III cuando se levantan las primeras fábricas de cerveza que, de hecho, exportan a las colonias de América. Pero en el siglo XIX esta bebida sigue circunscribiéndose a las clases altas que la consumen mayoritariamente en verano, mientras en Europa siempre ha sido más bebida por las clases populares durante todo el año.
Con la llegada del turismo en los años 60, se consolida su consumo (especialmente la de tipo Pilsen), siempre asociado a las tapas.
España es el noveno productor mundial de cerveza. Y hay que decir que, en poco tiempo, las cervezas artesanas han cobrado fuerza, consituyéndose más de 150 microcervecerías.





Tal vez os sorprenda pero resulta que la procedencia de nuestra querida sangría es.... inglesa. Increíble, ¿verdad? Pues así lo constata  en 1788 un cura llamado Esteban Torres en su Diccionario castellano. Según este hombre, el término proviene de la voz inglesa sangaree que es una mezcla de vino, agua y hierbas muy consumida en las Antillas y en Bahamas.
En algunas colonias españolas de América (especialmente Perú, Uruguay y Ecuador) se consumía bastante la limonada de vino, hecha en jarra de vidrio, el precedente de nuestra sangría. Aquí, su consumo se extendió a partir de 1850.
El truco para que la sangría sepa a fruta fresca consiste en dejar que ésta macere en el vino pero únicamente dos horas, para evita que se oxide. 

 



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